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  • Foto del escritor: BioProfe
    BioProfe
  • 31 dic 2019
  • 3 Min. de lectura

Hay una gran diferencia entre evaluar y calificar, aunque muchas veces pensemos que es lo mismo. Calificar consiste en medir y clasificar a los alumnos solo en base a una nota (de un examen escrito, normalmente), sin atender a otras características muy importantes, como sus aptitudes, valores o competencias.



Existen dos formas opuestas de evaluación. Por un lado, la evaluación tradicional, que consiste en meramente medir y clasificar; y, por otro lado, la evaluación formativa real, la cual tiene por objetivo evaluar para que los alumnos aprendan.


La evaluación puede motivar a un alumno a aprender, aunque suene raro. Esto se consigue si se les proporciona herramientas para que comprendan sus errores y sepan cómo superarlos, ya que, les proporciona organización y confianza. Además, se debe evaluar con fin formativo y no clasificativo, como hemos visto antes.

Si queremos conseguirlo, evaluaremos:

- Qué he hecho

- Qué he conseguido

- Cómo lo he conseguido


Podemos evaluar mediante cuestionarios, pruebas escritas y orales, cuadernos de notas, escalas de evaluación o rúbricas, entre otras. En la actividad 8 he subido un ejemplo de cuestionario de autoevaluación. Así mismo, en la actividad 9 encontrarás un ejemplo de rúbrica que puedes usar como plantilla para crear las tuyas propias.


Lo que todo profesor debería querer conseguir es que sus alumnos adquieran competencias, es decir, la capacidad para desenvolverse con facilidad ante demandas complejas y poder llevar a cabo distintas tareas de forma adecuada. Las competencias no son más que una combinación de habilidades prácticas, conocimientos, motivación, valores éticos, actitudes, emociones y otros componentes sociales y de comportamiento que, en conjunto, les ayudan a conseguir una acción eficaz.

Así, se distingue un conocimiento competencial que consta de:

- Conocimiento declarativo o SABER (DECIR)

- Conocimiento procedimental o SABER HACER

- Conjunto de valores y actitudes o SABER SER


Ahora os preguntaréis: ¿cómo se consigue todo esto en una clase?


Hay que planificar toda la sesión, con el máximo detalle posible, empezando por los objetivos o resultados que queremos conseguir al final de la clase.

Una vez tengamos identificados estos objetivos y tenemos claro lo que queremos que hayan aprendido al finalizar esa clase, determinamos qué tipo de evaluación realizaremos y qué evaluaremos para asegurarnos de que han aprendido lo que nos hemos propuesto en los objetivos.

Por último, una vez sepamos cómo evaluaremos, planificaremos el tipo de actividades que les haremos realizar para asegurarnos de que aprendan lo propuesto en los objetivos y que sabrán realizar la evaluación.


En los objetivos tenemos que preguntarnos:

- ¿qué quiero que sepan?

- ¿qué quiero que puedan hacer?

- ¿qué valores quiero que tengan?


Al final, lo que de verdad nos interesa es que nuestros alumnos hayan alcanzado la metacognición. Es decir, que tengan la capacidad de reflexionar sobre sus procesos de pensamiento y la forma en que aprenden. Para lograrlo, podemos guiarles y pueden aprender a hacerlo gracias a lo que llamamos la escalera de la metacognición, que consta de estos pasos:

1. Qué he aprendido

2. Cómo lo he aprendido

3. Qué ha sido fácil/difícil

4. Para qué ha servido

5. Dónde lo puedo utilizar


Siguiendo estos consejos y planificando la clase con un nivel de detalle bastante elevado podemos llegar a conseguir que los alumnos disfruten de las evaluaciones, al tiempo que aprenden. No es broma.


Esta ha sido mi última entrada del año y por ahora me despido de vosotros. En enero empiezo las prácticas en un insti. ¡Deseadme suerte!


¡Hasta pronto!




Fuente:

Pedro Garribo Abia

 
 
 
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    BioProfe
  • 22 dic 2019
  • 2 Min. de lectura

Puede que hayas escuchado alguna vez el concepto de “flipped classroom” o “clase invertida”. Pero ¿sabes en qué consiste esta dinámica?


Este modelo pedagógico consiste en transferir parte del trabajo que tiene que realizar un alumno fuera del aula y utilizar el tiempo de clase para afianzar los conocimientos, resolver dudas o potenciar la práctica de esos conocimientos.


Para poner en marcha esta estrategia en el aula debemos, en primer lugar, presentar el tema a tratar, a modo de introducción. A continuación, se hará una explicación más detallada, lo que requiere bastante atención por parte de los alumnos.


Ya sé lo que estáis pensando: “¿dónde está la parte innovadora?” Pero no os preocupéis, ahora viene la parte buena.


Una vez hechas las debidas aclaraciones y habiendo explicado a los alumnos lo imprescindible, el resto de la lección se puede dar a través de tutoriales y vídeos que pueden ver desde su casa, en el móvil, Tablet, ordenador o lo que más les apetezca. Estos tutoriales les explicarán cómo aplicar lo aprendido, cómo practicarlo o lo que consideremos oportuno. Todo esto se verá reforzado en el aula realizando una conclusión de refuerzo para recapitular conceptos y afianzar lo aprendido.


Por último, es el turno de nuestros alumnos de nuevo, que deberán participar realizando preguntas, debates o actividades. Para que tenga éxito, los alumnos deben comprometerse a seguir la actividad y participar tanto en el aula como fuera de ella.


La clase invertida tiene unas ventajas enormes. El vídeo explicativo estará disponible en todo momento y podrán consultarlo las veces que lo necesiten. También nos permite detectar con facilidad las dificultades de cada alumno y podemos tratar más en profundidad ciertos temas o aspectos.


Personalmente, como alumna, siempre he aprendido más con este tipo de clases, aunque requiera más trabajo; tanto por parte de los alumnos, al prepararse los contenidos con antelación; como por parte de los profesores, al tener que preparar el vídeo de la sesión.


Para ver un ejemplo de cómo podemos usar vídeos para completar nuestras clases fuera del aula, puedes acudir a la actividad 7 de mi blog. Allí he colgado un vídeo que he modificado con la maravillosa herramienta de EDpuzzle, para introducir preguntas y obtener un vídeo interactivo y entretenido para los alumnos.


Fuente:

Pedro Garrido Abia


 
 
 
  • Foto del escritor: BioProfe
    BioProfe
  • 22 dic 2019
  • 1 Min. de lectura

Hoy vamos a hablar sobre el aprendizaje basado en proyectos, también conocido como ABP.

W. H. Kilpatrick dijo “El aprendizaje se produce de mejor manera cuando es consecuencia de experiencias significativas, ya que, esto le permite al estudiante ser copartícipe en la planificación, producción y comprensión de una experiencia”. Según Kilpatrick, el aprendizaje se vuelve más relevante si parte del interés del estudiante. Y aquí es donde entra el aprendizaje basado en proyectos.


La idea de este modelo de aprendizaje es que los alumnos profundicen en un conocimiento mediante proyectos. Pero entonces, ¿cómo debe ser un proyecto para que los alumnos se involucren y aprendan de verdad?


En la elaboración de un proyecto debe haber cuatro fases: propuesta, planificación (será la construcción del conocimiento), elaboración (desarrollo y crítica de productos) y evaluación (mediante una presentación del proyecto). Es el estudiante el que debe llevar a cabo estas cuatro fases.


Esta metodología permite a los alumnos ser los protagonistas de su propio aprendizaje. Además de esta, tiene otras muchas ventajas, como desarrollar su autoestima, motivarlos a aprender, fomentar el espíritu autocrítico y reforzar sus habilidades sociales, entre otras.


El proyecto que realicen deberá centrarse en sus intereses, expectativas y conocimientos. Si los alumnos sienten que lo que aprenden es cercano y conectado con la realidad tendrán un aprendizaje de mayor valor y calidad. Y esto es precisamente lo importante; que no sea aprender por aprender, sino que ellos mismos lo consideren algo valioso y así puedan retenerlo a largo plazo.




Fuente:

Pedro Garrido Abia.

 
 
 
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